Tania Pardo
Recorrer el trabajo de Mitsuo Miura (Iwate, Japón, 1946) a lo largo de más de cincuenta años de trayectoria supone pasear lentamente por una vida artística vinculada a lugares geográficos concretos: Japón, Cuenca —donde se introduce en los círculos artísticos surgidos en torno al Museo de Arte Abstracto y comparte intereses por el arte conceptual con Nacho Criado—, Bustarviejo —localidad en la que afianza su trabajo de inserción en la naturaleza y el uso de materiales pobres—, la playa de los Genoveses en Almería —donde, despojado de toda figuración, se centra en la abstracción y la reducción de formas y colores— y, por último, Madrid, donde fija su mirada en los estímulos de la ciudad.
Resueltas con extrema sencillez formal, las obras de Miura evidencian su absoluto rechazo del artificio y la maestría en el uso indistinto de diferentes técnicas y materiales: fotografía, escultura, pintura, dibujo, grabado e instalación.
En el Museo CA2M, Centro de Arte Dos de Mayo se presentó el proyecto Casi 400 m² para dos paisajes, concebido específicamente para este espacio, que rememora en su título la obra 4 metros de bienestar (1989), en alusión a la lona que utilizaba el artista junto a su familia para descansar cada verano en la playa de los Genoveses, y que ahora se refiere a la superficie de las salas donde se desarrolló la muestra. Ahora, en la muestra que presenta Mitsuo Miura en el DA2 de Salamanca, el artista parte de una concepción espacial e instalativa para readaptar los 400 metros a los más del doble ofrecidos por la institución salmantina, donde Miura vuelve a demostrar el excelente manejo espacial a través de nuevas adaptaciones de obra y producciones tanto anteriores como de nueva producción.